martes, 2 de septiembre de 2014

El agujero de limón

Un domingo cualquiera, Alicia y Julia se reunieron. Hacía ya dos años que no se veían y tras los saludos iniciales, se sentaron en el sofá del comedor dispuestas a recordar viejos momentos y explicarse novedades. Sin darse cuenta, habían pasado un buen rato rememorando recuerdos y actualizando sus vidas, hasta que Alicia se levanto y le pregunto a Julia:

-¿Te apetece un te?

-Vale, -contestó Julia- pero que sea especial, de esos que me comentaste el otro día por teléfono-le dijo guiñándole el ojo.

Tras las explicaciones de Alicia y comprobar con sus propios ojos los resultados, Julia estaba intrigada por conocer el sabor de esos maravillosos tés que habían hecho que Alicia perdiese tanto peso. Ambas amigas se dirigieron a la cocina y como si de un pequeño tesoro se tratase, Alicia le mostro el envase que contenía el concentrado adelgazante.

-Tan solo una cucharada en agua fría y listo.

Como si fuera un ritual, Alicia deposito en un vaso una pequeña cantidad de té en polvo que se mezclo instantáneamente en el agua, haciendo que esta última adquiriese un color marrón claro. Se volvieron a sentar en el sofá y antes de que Julia pudiera probarlo, Alicia le advirtió que si no le gustaba, podría añadirle un poco de limón.

Julia arrugo la nariz tras dar un pequeño trago y sus ojos se cerraron con una mueca de desaprovación.

-Ahora vengo.-Dijo Alicia mientras le cogía el vaso.

A los pocos minutos se lo devolvió afirmando que le había añadido un poco de limón. Julia, totalmente entregada a descubrir el nuevo sabor, dió un largo sorbo al líquido.

-¡Esta my ácido! -Exclamó Julia arrugando nuevamente la cara.

En apenas unos segundos y a causa de la extremada acidez, se levantó del sofá tosiendo, se empezó a retorcer de dolor, pero lo peor estaba por llegar; su rostro se contrajo mostrando una mueca horrible, sus ojos se hundieron rápidamente, su boca había desaparecido y la nariz fue desapareciendo lentamente en lo que antes era su cara. Sus dedos se fueron encogiendo, después su manos y al final sus brazos se contrajeron hacia sus hombros desapareciendo. El mismo final sufrieron sus pies y piernas, que empezaron a elevarse haciendo que cayera al suelo. Mientras esto sucedía su piel se encogía mostrando la forma de sus huesos. La cabeza también desapareció entre sus hombros y sólo quedó su torso sobre el suelo. A los pocos segundo este se doblo sobre sí mismo hasta quedar una masa de color carne debajo de una capa de ropa.

-¡Antonio! ¡Antonio! -Grito desesperadamente Alicia- ¡Dios mio! ¡¡¡Antonio, creo que Julia se esta colapsando!!!!

-¿Pero que le has dado? -Pregunta un horrorizado Antonio.

-Sólo le he preparado una taza de té y le puesto medio limón.-Le contesta Alicia- Pero.. creo que el limón... era demasiado grande.. -Balbuceó.

Sobrecogidos unieron sus manos mientras contemplaban como poco a poco, lo que quedaba de su amiga se estaba haciendo cada vez más pequeña, Apartaron la ropa que la cubría con los pies, con cuidado de no chafarla. Lo que antes fue su cuerpo ahora era una bola de color blanco que a medida que se encogía,  empezaba a generar una enorme cantidad de energía invisible pero perceptible por los sentidos. Fue cambiando de color, del blanco a un rojo intenso y por fin se volvió de color negro. Cuando esto sucedió la casa empezó a temblar, los objetos cayeron al suelo rompiéndose en mil pedazos, Antonio y Alicia a punto estuvieron de perder el equilibrio e incluso fueron arrastrados hasta la puerta por la energía que desprendía la cada vez más pequeña Julia. Alicia contemplaba la escena con horror "tan sólo le he puesto medio limón" pensaba mientras su pareja le grito:

-¡Corre!

Huyeron despavoridos de la casa. Corrieron sin parar hasta el coche, subieron y arrancaron dejando tras de si un rastro de humo, abandonando a su suerte a la pobre criatura que seguía en el interior de la casa, rodeada del caos, reduciéndose, colapsándose. El final estaba cerca, pero antes de llegar a la masa crítica, la cantidad de energía que siguió generando fue tan intensa que provoco un enorme agujero en una de las paredes del comedor, dejando entrar el viento, que la arrastro hacia el exterior. Una vez allí llego el momento, se produjo una devastadora explosión que destruyo por completo la casa y gran parte de la urbanización, a los pocos segundos toda esa energía volvió al interior de la bolita que lo había provocado, dejando un enorme cráter y justo en medio una pequeña masa oscura. Julia ya no era humana, ahora era un agujero negro. Furiosa por su nueva condición emprendió un viaje a través del mundo en busca de venganza contra los limones.

Apenas perceptible para el ojo humano, ese agujero negro conocido anteriormente como Julia, empezó a viajar por el mundo llevado por las corrientes de aire hacia lugares, en los que, como humana nunca antes había visitado, reinando el caos entre granizados y sorbetes de limón.

Las autoridades sanitarias, conocedoras del desastre y en un intento de evitar que se sembrase el pánico entre la población, obligaron a los fabricantes de limonadas y derivados a poner azúcar en todos sus productos finales para evitar que esta historia llegase a la opinión pública.








Licencia de Creative Commons

miércoles, 16 de abril de 2014

La colleja ancestral.

Era una noche oscura, muy oscura. En un pequeño pueblo perdido en algún lugar de la montaña, dos hermanos dormían plácidamente. Bajo el cálido abrazo de sus mantas, disfrutaban de un agradable sueño, que se vio interrumpido a causa de un extraño estruendo. 

-¡PLASSSSSSSSSSSSSSSS!

Pudieron escuchar el eco que resonó largo rato. Asustados, permanecieron en la cama hasta que el sonido desapareció entre la oscuridad. Saltaron de la cama y se fueron corriendo hacia la habitación de sus padres.

-¡Papá, mamá! -Gritaron al unísono ambos hermanos.

Al llegar a la puerta, golpearon con fuerza para que alguien les abriese y así, poder alejar el miedo que les invadía. A los pocos minutos, el largo picaporte se desplazó hacia abajo indicando que ya podían pasar. Al entrar, sus padres estaban sentados en sobra la cama. Con expresión seria, les abrazaron y les invitaron a sentarse con ellos. 

-Hijos, -Les dijo el padre con solemnidad- pensaba que tardaría algo más de tiempo, pero al ver lo que ha sucedido, me veo en la obligación de explicaros algo.

Se hizo el silencio. Ambos hermanos estaban expectantes. Su madre, sin hacer ruido, se levantó y dispuso un sillón delante de la cómoda, frente a la cama, para que su marido pudiese sentarse cómodamente. 

Desde su nueva situación tenía una visión perfecta de sus dos hijos y su esposa. Los contempló largo rato, buscando las fuerzas para poder iniciar su terrorífico relato. Respiró hondo e inició su acometida.

-Lo que habéis oído, hijos míos -Les dijo- es una maldición que acosa desde hace largo tiempo a la familia. 

-¿Qué es papá?-Dijeron al mismo tiempo, asolados por una evidente curiosidad infantil.

-Os lo explicaré tal y cómo me ha llegado a mí a través de generaciones y generaciones de nuestra familia.

Ambos niños se acomodaron en la cama junto a su madre para escuchar la historia.

"Como sabéis, nuestro apellido proviene de una antigua extirpe nacida en las lejanas tierras de oriente. La tradición familiar afirma que eran reyes y príncipes. Dueños de enormes tierras, donde cientos de súbditos les ofrecían sus mejores tesoros, su más absoluta fidelidad y sobre todo, la confianza en el buen hacer de sus decisiones. Cuenta la leyenda que el primogénito de los reyes de esas tierras, salió un día a pasear con su madre y su hermana pequeña. Cómo todos los niños su enorme curiosidad al descubrir el mundo, lo llevaba a distanciarse de la custodia de su progenitora. Cosa que la enfurecía solemnemente. Todo esto era algo de lo más habitual, pero ese día fue distinto. Ese día, el joven príncipe corrió hasta llegar a una enorme encina. Cobijado por su sombra, se sentó a esperar a su mamá. Fueron pasando las horas, y no venían a buscarlo. Estaba oscureciendo. Y el pequeño príncipe empezó a sentir frío y hambre. Decidido, bajó por la amplia estepa que había recorrido anteriormente, en dirección a su palacio. Al llegar, los soldados lo miraron con rostro apenado. En silencio custodiaban su entrada. El niño empezó a sentir miedo, no por lo que desconocía que  iba a suceder, sino por dejar volar sus pensamientos más negativos. Se imaginó que su madre no habría podido llegar al palacio. Qué estaba llorando preocupada por su excursión o que estaba perdida en medio de la oscuridad de la creciente noche. A cada pensamiento que le acosaba, una lágrima de tristeza se iba acumulando en su rostro. Así, hasta llegar a la puerta de su habitación. Asustado por encontrar a todos llorando por su madre, abrió con miedo la puerta. Tras ella, su madre. Roja de ira y desbordada por la rabia, le propinó una sonora e impresionante colleja."

-¿Y qué le pasó al niño, papá?-Preguntó uno de los hermanos.

-Nunca más volvió a saberse de él. Cuenta la leyenda que el golpe fue tan brutal que resonó en toda la tierra,  incluso se movieron los polos causando la desaparición de especies enteras, como los dinosaurios,  llegó a provocar un gran Tsunami que destruyó medio planeta, el mal llamado "Diluvio Universal", otra de las múltiples consecuencias de esa terrible colleja. Pero eso no fue lo peor. Al alcanzar las ondas sonoras el núcleo de la tierra, hizo que se produjese un extraño fenómeno. El eco rebotó hacia el espacio exterior, destruyendo a su paso miles de planetas y constelaciones enteras. Fue un verdadero desastre. Como castigo, los creadores del universo,  maldijeron a nuestra extirpe. Desde entonces, es conocida como la Colleja Ancestral. Y durante toda nuestra vida, en las noches de extrema calma,  el eco de esa colleja que sonó en el pasado, sigue aún resonando en el presente.

El padre sonrió con tristeza. Una bocanada de aire, abrió la ventana. Todos se quedaron en silencio. Y nuevamente, ese espantoso ruido volvía a envolver el ambiente.




Licencia de Creative Commons